de recrear una normalidad que ya no existía, llenando el silencio con charlas sobre el clima y planes para el fin de semana. Era una actuación. Una actuación para ella misma,
supuesto viaje de catering,
en", dijo, alisando una ar
, sonó el timbre. So
as a al
ondí con s
a. Unos segundos después,
indario y pensé en pasar a saludar. Y a
odía creer su audacia. Veni
carpeta en la mano y su sonrisa de depredador
Vas a algún la
e la ciudad", resp
esto pequeño, casi imperceptible, pero para mí fue como un grito. Lo hizo mientras me miraba directamente a los ojos, desafiá
orbata. Miré mi reflejo en el espejo. El hombre que me devolvía la mirada tenía los ojos vacíos, muertos. Era una cáscara. El verdadero Miguel Ángel ya se había ido. El nudo
dije, mi voz sonando hu
ta, su cara una másc
mor. Conduce
a que sus labios solo rozaran mi mejilla.
dije. Sabía que
erta", respondió e
hora hacia el norte, a un punto de encuentro preestablecido en una carretera solit
impasible, pero sus ojos analizaron cada centíme
í, saliendo de mi coche
mirando haci
tos. Una vez que te subas, no
endi
te, su fachada profesional resquebrajándose por u
hacia el horizonte. "Esto no es
vi algo en sus ojos que no era profesionalismo.
és del territorio del cártel de los Zetas. Ricardo lo sabe. Se lo contó a Sofía como un 'riesgo comercial'. Pero él sabe que
calma. "Y voy a
pesado se acercaba. El cami
la palabra clave: 'Amapola'. Es nuestro código de
as aparentemente inofensivo, redujo la velocidad. La puerta trase
liente. Antes de que cerraran la puert
as", l
antigua vida. Unos veinte minutos después, el camión se detuvo bruscamente. Escuché gritos en español, el sonido de armas siendo amar
rón", gritó
la cara contra el polvo. Mi plan, mi escape, se había convertido en una p