pero el fuego de mi odi
cia nuestra muerte, sus gritos ahogados por e
urré, mientras las imágenes de la
e por ella, perdiendo su audición, expulsado de la escuela, t
, obligados a cuidar de aquella que nos dest
zón de vivir, y mientras el fuego n
regunta me taladró el alma: "¿Po
me envolvió,
cama, el sol entrando por la v
nces,
exactamente las mismas palabras que iniciaron la pesadilla: "
había re
idad había muerto en el
ino de mi familia
yo los p