n que un aguacero torr
ón, como si fuera la culpable
ojos rojos e hinchados, sus hombros temb
o a Laura y saboteado la propuesta del clien
tamente, sin mirarme a los ojos: "Sí, jefe. Vi cómo Ximena le gritaba a
orrerme la espalda. Era l
lidad sobrenatural para torcer la realidad, diciendo
su mentora, me con
, susurré, pero
que no te agrado... pero no pensé que l
Ximena" , ordenó el
za de un tren. Perdí mi trabajo, mi reputació
rdo dejó de contestar mis llamadas. Me hundí en
una mañana,
ventana, cálida y brillante. No ha
: la fecha me d
la pasante, llegó a la
é, pero me habían dado
ibujó en mis labios. Esta vez
la víctima. Esta