n seis
staurante, un puesto que venía con un aumento de sueldo considerable. Po
ciana me tomó de la mano, sus ojos brillando de
", dijo, su voz temblorosa d
s. La levanté en brazos, dándole vueltas en medio de la sala mientra
elicidad
istante, irritable. Se mudó a la habitación de invitados, alegando qu
e cerraba la puerta c
iempre tenía una excusa: el tra
casa se sentía vacía y silenciosa. Mientras limpiaba la habit
uno muy caro, de plata, con
niciales. No
eró de mí. ¿De quién era? ¿Por qué
rmanos, crecimos en el mismo barrio, compartiendo sueños y secretos. Él era u
o. Mientras me servía una cerveza,
a de un encendedor de lujo, idéntica
gre se
, intentando sonar
ma habitual. "Ah, eso. Un pequeño capricho que me
mejor amigo. Conocía a Luciana desde qu
da, una semilla venenosa que