vuelta al taller en Gamarra después de la licencia de maternidad. Dejé el bolso con las fotos de mi bebé en mi pues
bor, una de las costureras más antiguas, una viuda de unos cinc
, dijo, su voz era una mezcla rara
era hora», respondí,
conspirador. «Necesito un favor. Un fav
izás tenía una nieta recién nacid
aerte un poco mañana. Us
disgusto. «No, no, no. El extractor mata la fue
a fuerza vital? Yol
por completo. «Es vida. Es cura. Mi niño la necesita. Ti
n que se formó en mi cabe
antar a tu bebé? Yolanda, eso
on una seriedad que me heló la
ler y se sentaba en un rincón, un hombretón corpulento con la mirada perdi
voz temblando de increduli
sformó. La desesperación s
radas de las otras costureras. «¡Mi hijo está en
tando de mantener la calma. «Y definitivamente no voy
e abalanzó sobre mí, sus dedos
illó, tratando de d
en mi piel. El shock inicial se convirtió en rabi
se aferró a mi ropa. El forcejeo
e grité, sintiendo cómo la
Con un movimiento brusco, la agarré de las muñecas. Era sorprendenteme
ciones. Ahora era yo quien la tenía
, apretando sus muñecas hasta que gimió de dolor.
intiendo una amarga satisfacción. «¿Qui
tados, una mezcla de odio y miedo
seó, forcejean
, le exigí, apre
unc
emos así hasta que v
olor en sus muñecas y la humi
ó entre dientes, sin
de veneno antes de escabullirse hacia su puesto de trabajo. Las otras co
latiéndome a mil por hora. No había ganado nada, solo había
la principal. Su mirada pasó de mí a Yolanda y de vuelta a
, Scarlett?», preguntó,
sde la petición grotesca hasta el ataque. Ella escuchó pacie
beza», dijo Sasha cuando terminé
é, con
er un bebé. Yolanda le hizo lo mismo. La acosó, la persi
le diagnosticaron esa discapacidad severa. Ella se aferró a él, convencida de que podía "curarlo". Ha probado de todo: curanderos, chamanes, dietas extraña
, pero no sentía ninguna lástima. Su t
etí, una sensación de frío recor
lla. El dueño habló con ella. Amenazamos con despedirla. Se calma por un tiempo, pe
a no se detendría. El ataque de