edado en
o, pero a él, precisame
mi compañero durante veintiún años en nuestro barrio de Buenos Ai
su culpa, pero de todo eso, n
ro. Veo cómo mis padres y tíos lo empujan y lo insultan hasta sacarlo de la habitación. Not
. Al contrario, me parece una situación un tan
, porque al levantar la vista y mirarm
l alta. Mi familia y amigos evitaban mencionar su nombre, tem
ue lo he
ríen y me acarician la cabeza,
bios y le meto una uva en la boc
rcado frente al hospital. La vista del veh
e que desperté, flanqueado por una pareja de mediana edad, acercán
negro. Sofía, mi mejor am
sp
a Castillo, la madre de él. Su familia y la mía han sido veci
n los ojos de esa mujer elegante y amable.
te». Ellos siempre me trataron como
stancia junto a Máximo, y le digo con tono m
, suaviza su mirada, se ac
nte es que
mirada a Máximo, mi sup
si arrojándome las flores al pec
mi lado, están lívid
las flores a Sofía y digo con indifere
ae, sus ojos lleno
s te encantab
ganas de discutir. Al fin y al cabo, cualqu
a poro, y digo: «Pero gracias por las flores. Y no tie
expresión tran
. Los ojos de Sofía,
nte a nosotros. Mis padres sub
plantado como un poste, y
en venir a comer a casa? Escuché que el nuevo chef prepara unas emp
a su marido y sube al coche, sonriendo. «Claro
rro la puerta del coche
cruzan en el retrovisor. Veo la complejidad e
che que se aleja, una sonrisa b
¿olvid
me lo