er mi propio viñedo. Llevaba meses preparando los papeles para una ayuda
para jóvenes agricultores denegada". La razón me heló la sangre: "El solicitante ya
deuda de 40.000 euros. Y lo peor: mi firma digital, la que me daba validez legal en toda la
sas", defendiendo a mi tío Javier. Le grité que esto podía arruinar mi carrera, embargar mis bienes, destrozar mi vida. Él, lejos de
sumisión. Cuando descubrí que la cooperativa no solo tenía una deuda de 40.000 euros, sino un préstamo bancario de otros 150.000 euros solicitado a mi nombre, y que ese di
mí con la deuda, arruinando mi futuro. ¿Cómo mi propia familia podía hacer esto? Mi padre, mi abue
y asumiera toda la deuda, la elección fue clara. Si ellos seguían ciegos ante la estafa, yo debía abrirles los ojos. Con el apoyo incondicional de mi madre,