ude ver la confesión en sus ojos, una
ía sop
más fuerte de lo que pr
su breve momento de ternura se desvaneció, reempl
ovechó el momento. Sus ojo
o. ¿Dije algo malo?
uscando protección. Él la rode
la tranquilizó, lanzándom
Él la consolaba por mi dolor. Siempre era así.
rectamente al bar más cercano y pedí un jerez, luego otro.
ateo le compraba a Isabela un helado, limpiando una mancha
res borrachos, hijos de otros terratenientes
sa Sofía! ¿Bebiendo sol
Mateo apareció de la nada, apart
dla e
. Mateo se volvió hacia mí, su rost
tener má
ez haciéndome más audaz. "Pronto no será
emente me miró con esa
dería. Una prueba de bravura para los novillos. Era una t
ada todavía doliéndome. Observaba la arena, intentando
ose hacia Mateo e Isabela, que
rápido que los demás, saltó la barrera y se c
directamente hacia
Sin un segundo de duda, empujó a Isabela det
completamen
canzó en la misma pierna que ya estaba herida. Un dolor b
al s
ateo, arrodillado junto a una Isabela que sollozaba de miedo
aba en la enfermería de la finca.
no me miraba a mí. Miraba a Isabela, que estaba
zaba ella. "Si yo no
e desgarró. "Mi único deber era protegerte. Eres frágil. Ella", dijo, finalm
rmación final. E
la que podía soportarlo todo.
que quedaba de él