humilde, un soñador arraigado
e mi abuela curandera, podí
erdición. Me obligaron a casarme con Sofía Alcázar,
a me clavó un cuchillo en el coraz
e revelaba una verdad devastadora: Nunca me amó. Su enferme
un engaño, una elaborada trampa tejida p
oscureciéndose con el amargo sabor de la traición y
permití que mi amor y mi don f
ña Elena Alcázar, la matriarca, llegó a nuestra casa para proponerme m