promesa de futuro con Mateo, mi compañero de toda la vida. En una sala de catas, entr
Gámez irrumpió, fingiendo inocencia. En un instante, Mateo, mi prometido, volcó la mesa,
a complicidad. Me arrebataron la medalla familiar, hicieron añicos el preciado collar d
mi protector convertirse en mi verdugo, defendiendo a la hija de la amante de mi padre, quien a
endio purificador y desaparecí sin dejar rastro. Dos años después, con una nueva identidad en Buenos Aires, me encontré de frente co