ó las puertas de El Sol Culinario, la academia de cocina más p
ecta" de nuestra clase, no
e voz me insistió en participar, y yo
Sofía entregó un plato vacío, y su padre, un poder
da como una tramposa y ladrona de ideas, mientras Sofía se alzaba como la
y su lacayo, Mateo, me encerraron en e
e sus risas como mi única compañía
le plato? ¿Cómo pudieron mis propios compañeros, a qui
l. El recuerdo del frío era tan real que me hizo temblar, p