a, encontré a Mateo en la cocina, preparándose un café como si nada hubiera pa
lar," dije, mi voz más
resión cambiando de la confusión a la incom
oco intensa. Pero es porque me quie
dula. "¿Llamar zorra a tu hermana y a
echo por mí. Y tú, como nunca has tenido una relación seria, no enti
a envuelta en una crítica hacia mí. Me estaba diciendo que yo era el problema, que mi fa
furia. "¿Te das cuenta de la estupidez que estás di
as su punto de vista," insistió, subiendo el tono.
éndolo." Le di la espalda, sintiendo una náusea profunda. "Arregla esto. Tienes hasta el f
la traición de Mateo, su ceguera voluntaria, lo que más dolía. El niño al que había pro