able, moderna y fría. Las paredes blancas y el mobi
recepcionista, evitando mirar
omb
tina M
ordenador. Su expres
tterson la está espe
zón se
a con cualquier otro fisioterapeut
edicó una sonrisa ten
insistido en tratarla pe
. La puerta de la sala 3 estaba entreabierta. Dentro, Javier estaba de espaldas, mirando unas
hondo
vie
s me analizaron con una intensidad que me hizo estremecer. No había ni rastro del ch
a ropa y túmbate en l
. Era el tono de un médic
ad, no es necesa
abrías mandado ese mensaje.
usa y los vaqueros, quedándome en ropa interior. Me cubrí rápidamente con l
el frío de sus manos en mi espalda
ate,"
rgo de mi columna. Cada toque era experto, preciso, pero pa
ó, su voz un murmullo
incapaz
te. Un gemido de
jo, su tono ahora cargado de una acusa
eza para mirar
en la fiesta de S
a risa seca
. Bail
. Pero sus palabras habían creado un nudo nuevo, uno de angustia en mi estómago. Creía que mi lesión
o sus manos, no tenía
-