e escuché el llanto de mi bebé, todo el dolor
ñora Isabella. Un
negro y los ojos de mi padre. La llamé Paloma. Mi pequ
paz du
atro criadas entraron en mi habitación. No venían a servir, venían
enemos algo q
l suelo. Luz se tocaba el vientre con una s
s embara
ayó como una piedra e
cuat
satisfecha de Luz, la vergüenza de Pilar y la tristeza de Espera
que había estado sombrío por el nacimiento de una nieta, se i
ro posibles here
, su voz un si
teo... eso asegura nuestro legado. Aceptarás a estas mujeres como las concubinas
de Mateo era una cosa, pero esto... esto
No
un susurro,
mi casa. Con mi
la puerta, con una
Isabella. Tu lugar está aqu
as por Soledad y Luz
ó Luz. "Si nos vamos, estamos manchadas. Nadie
ros hijos son la sangre de su esposo. Merece
a y la traición de las únicas personas en las que creía confiar. Sostuve a Pal