ón de Madrid estaba intacta. Era la noche d
lándome mientras susurraba un nombre: Javier. Cuando la vi esa noche, tambaleándose por el pasillo, sus ojos no eran
rsión de la tragedia, repetiría su caída con Javier, un ambicioso parásit
elegir la misma autodestrucción? Ya no había dolor, solo
o me aseguraría de que jamás dañaran a quienes amaba. Mi nueva vida: