Ricardo de la ruina, entrelazando mi don y mi propia vida con la
un "amuleto milagroso", cuando Ricardo, cegado por el engaño, decidió que nuestro
ran en la hacienda antes de que muriera desangrado, para luego profanar sus cenizas esparciéndolas sin respeto
ble crueldad de quien juró amarme, mientras mi alma gritaba en silencio p
o de Ricardo a la ruina, y yo, con mis manos rotas y mi corazón quebrado, me retiré a mis montañas, dejando