o de un cajón, mientras yo, Sofía, me presentaba con la cabeza gacha, diciendo que sol
n una de las mansiones más imponentes
fue un golpe
ado por Isabel de la Vega, una mujer cuya sonrisa nunca llegaba a
un pequeño rey malcriado. Y luego estaba Valentina, mi alum
de llaves, con un susurro cargado de desprecio. "Po
eo quería la caja de música de plata de Va
esta casa es para mí!", gritó el n
Valentina con una calma helada
a sentenciar. "Valentina, dásela a tu herm
quita", replicó Valentina, apr
l ejemplo a Mateo!", exclamó I
la distancia. Vi la decisión en su rostro. Soltó la caja de mús
liberadamente por la g
peaba cada escalón con un sonido seco
hacia Mateo, abrazándolo. "¡Mi niño, mi niñ
al pie de la escalera,
ad contaron la verdad sin palabras. La pantalla mostró el em
se las sienes. "Isabel, f
o haberlo traumatizado!", siseó Isabel. Su preocupación no era por el
nyesado, sería enviada a una clínica privada. "Par
utriz, fui asignada p

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