una cafetería cer
apareció d
quí", dijo, con una sonrisa enc
ocupado. "Sofía, no has comido nada.
la verdad más pr
do, Alejandro. Cui
tan cruel qu
en mi taza de café. Mi decisión era firme. Nad
los hablaban sin parar. Recordaban viejos tie
adora invisible de su historia compartida. El aire e
almorzar en un res
a mesa pequeña. De repen
iendo voló por los aires, dir
gundo, vi a Alejandro
ola con su propio cuerpo para p
ve tiempo
a. El dolor fue instantáneo, cegador. U
dro, lejana, gritando mi
ecía, escuché una
erna!", gritaba Is
ndió él, su voz llena de pánico. "¡Pero tú, Isabe
. La última verdad ha