gas, me sentenciaro
mundo, el que creaba los vinos que daban fama a
me veían solo como una pieza en su table
er que amaba, mientras ella sufría d
ompromiso de Ricardo e Isabella don
l, la engañó para que creyera qu
dallón idéntico al que yo le había hech
entira, tachándome de ladró
la élite vinícola,
iosa bodega, y mi espíritu s
io, sin una pizca de duda en sus ojos
ando su preocupación en Ricardo, mientras Isabella me
regodeó, asegurando que ella siempre
o de intento de asesinato; luego encerrado en
to amor, me forzó a confe
buelo, y me quitó el medallón que yo mismo llevaba, entre
, mi padre golpeándome sin pieda
a ella creer sus mentiras
a de humillación y abandono,
a suplir sus carencias, para ser su
to: el sacrificio perpetuo
ngre aún en mis venas, tomé
propia sentencia de muerte social: l
España, embarcándom
e día; hoy nacería un nue