ara calmar sus nervios, tenía un sabor extraño, demasiado dulce, con un regusto amargo que se le quedó en la garganta. Intentó enfocar

oces. Eran Ricardo y su amigo de toda la vida, Mateo Cruz.

rdo... médula

madora, pero una alarma

erado, su voz un

ofía para que le done médula ósea a Isabella? ¿Desp

bajo, casi suplicante, pe

ve. Es una enfermedad sanguínea rara, los médico

isa amarga, carga

í? ¡Sofía! Ella, con su terquedad oaxaqueña, se puso a investigar nuevas variedades de agave, usó sus ahorros, los que tenía para su maestría, para los primeros cultivos experimentales en su

e, su voz teñida de una desesperación que a

imonio. Le daré la boda de sus sueños en la hacienda,

u voz ahora un t

supuestas "vitaminas" que le provocaron un aborto? ¡Perdió a tu hijo, Ricardo! ¡A tu primogénito! ¡Y tú lo permitiste! ¡Y ahora qu

sados la golpeó con la fuerza de un huracán: los cólicos terribles, la sangre, la mirada vacía del médico, la forma

ión que rayaba en la loc

ea un demonio egoísta y manipulador! ¡No puedo v

nte que la arrancó de la niebla. El dolor físico, sin embargo, era una caricia comparado con la devastación que sentía en el alm

e terminaba de extraerle algo. La habitación giraba. Ricardo e

ción muy fuerte, necesitaron hacerte un

n destructiva. Una risa amarga, silenciosa, brotó de su pecho. Asintió lentamente, fingiendo creer su sarta de menti

acarició

os de la empresa que no pueden esperar. V

n la mejilla. Sofía no se movió, n

a dos enfermeras cuc

a gente. Y el novio, don

ra, a la tal Isa. Cruzó toda la ciudad, con la tormenta que está cayendo, solo

ágrimas que había contenido se secaron antes de nacer. Se acabó. Se había acabado. Tomó el celular que descansaba en la mesita de noche. Sus dedos temblaban, pero su determinación era

ó. E

e Alejandro sonó p

respir

o, soy So

o de la línea, apenas roto p

ntentando alguna de sus trampas.

ante, visualizando el camino

o muy grande. Alejandr