ítu
de hielo
t Connor lanzó su primera taza de café contr
omo sangre sobre el piso de mármol. Nadie se
42, la ciudad seguía
ulares hablarían de bancarrota inminente, y aun así, Nueva
ra de seda sin mirar el desastre a sus pie
orme de liquidez? -
to de combate y ahora parecía un perro apale
los números no son buenos. El flujo
o seco-. ¿Crees que no sé lee
na respuesta aceptable. Luego desapareció con el sigil
io. Vidrio, mármol, acero. Todo en su
mo
do con precisión durante años: trajes a medida, cortes implacables, expres
del Armani,
tiburones de la junta directiva, esos que su abuela había domesticado a base
s financieras, pandemias, incluso escándalos
e el escritorio. Una
azúcar- y el informe que marcaría el destino de Connor
tó una voz al otro
ncio para recordarle al mundo que las respuestas solo
o de impaciencia, tomó el in
quedaba entre su imp
os en un diecisiete por ciento. Un fondo europeo retiró inversiones. Y el rumor... -s
éndolo, señor. A
idrio quebrado-. Aún es
esto seco. No alzó la voz, pero la t
in pedirlo. Lo convirtió en leyenda por voluntad propia. Pero ahora, lo q
. ¿Quién filtró esto? ¿Qui
s pruebas
O consíganse
lamada sin es
gía obediencia inmedi
era, ajena a su crisis. La prensa aún no lo sabía. Los rivales, tampo
ser mañana... o
os, en sangre fría. Y sin embargo, por primera vez en años, sintió una punzada en el
er, el sol entraba con timidez entre las persianas metálicas, iluminando el rost
on dulzura-. No
entó alzar la mirada con esfuerzo. Sus ojos brillaron cuando ella le tomó la mano. Yessica l
más. Una joven brillante, dedicada, empática. Am
ajo aquella bata blanca se escondía un
ier niño podría entender. Clínicas, acciones, propiedades, fundac
eligió el
los, lujos y apellidos en placas doradas. No por vergüenza, sino por libertad.
metro, preparaba su café con una vieja pren
nzas corporativas. Solo bisturís, batas, y esa voc
res más fuertes tiene
enía un nombre:
adolescente, en una ceremonia la
o. Caminaba entre empresarios como un rey
uedó m
n entrevistas, en noticias, en revistas. Que siguió cada paso de su ascenso c
chaba a lo lejos la radio encendida en r
olvente esta misma semana. La presión sob
í tembló
quién era ella. Pero sí sabía una cosa
luchar en silencio, com
ntra él... ella estaba lista para