ra mi cabeza, quería gritar, llorar y correr lejos de allí, pero no hice nada de eso, porque cualqu
de café en su aliento. Su brazo me rodeó la garganta y al instante clavé mis uñ
mis zapatos. Sentí que primero caminábamos por todo el supe
able de aquel otoño, entonces oí voces que me recordaban mucho a una multitud. Y finalmente, se escuchó la voz de un megáfono.
a me empujó a algún sitio, algo metálico me rozó la espalda y sentí que empezaba a arder. Al golpearme la cabeza, comenzaron a brotar de mis ojos dos lá
hé que había un coche y tanteé el terreno para avanzar. No quería ver aquella mirada dominante y calcu
r de refugio era mi casa, donde se encontraba aquel canalla, que por desdicha tenía por padre, me detuve y esperé
por cada uno de mis huesos, pero a pesar de estar sentada sobre algo cálido, la sensación de baja temperatura era tal que, d
ía decir hasta dónde se podría llamar un escape. Entonces sentí que me rodearon con un brazo y me
a más fuerte que yo, así que me quedé quieta. El coche aceleró y me apr
me cabe la menor duda. El conductor debía saber conducir muy bien y no parec
en la carretera. Intenté respirar con calma y fijar mis pensamientos en algo que no fuera el tipo que esta
r esa sensación de temblor en mi cuerpo, la suave brisa que entraba me provoca un sentimiento de libertad. Pensé que la policía lo había conseguido y
esa calidez en su rostro jamás la había visto en ningún otro ser humano, mi ritmo cardíaco se aceleraba sin darme cuenta, mientras é
melena pelirroja natural, había abierto el maletero del coche y estaba rebuscando unas cuantas cosas que no pude disting
aron la boca con cinta adhesiva y me pusieron una larga peluca negra. Empecé a retorcerme y a agitarme cuando el chico, de repente, me colgó de su hombro como si fuera un saco de plumas y rodeó el coch
bió también. El rubio le lanzó una peluca y se la puso rápidamente.
a la vez en mi interior me encontraba
do más énfasis en lo de cariño. Inmediatamente me giré y miré s
mí y me atrajo hacia él como si fuéramos una pareja. Intenté resistirme de nuevo, pero luego me
o y me bloqueó la v
ta y fingió besarme. Así que claramente estábamos jugando a ser una pareja. M
s. Mis manos se deslizaron hacia su pelo y tiré de él esperando que me soltara. En cambio,
ba a la vista y nos detuvimos en una pequeña tienda de la autopista desierta.
on todas mis fuerzas le di una pata
sea, Jim
reglas del juego, arañaba, golpeaba y pateaba cada centímetro que podía alcanzar. Mi ira ali
an daño, lo que me sorprendió, pero no detuvo mi rabia. Sentí que el agarre de esa persona se aflojaba y supe que podía huir en cualquier momento. Con todas m
topista, corrí hacia un campo, con la esperanza de que me diera refugio. Por los paisaj
y me desplomé. La tierra quedó atrapada en mi pelo y en mi ropa. Quería empez
voz enfadada. -Mierda,
staño no había venido a por mí y que habría
s se contrajeron ante esa petició
crees que merezca la pena que si
ra se queda en silencio por uno
roblemas. Mejor sigamos con nuestros planes. -Le hace u
uitarme la cinta de la boca de alguna manera. Me hicieron girar y vi que el rubio ya no llevaba peluca. Sus
inexpresivos, provocando un escalofrío en mi columna vertebral. Sentí miedo y aterrada quise defenderme, per
ocaría lástima y sería algo que nunca me perdonaría. Percibí que me quitaba con cuidado la cinta adhesiva de la boca, pero no me dio tiempo a recuperar el aliento y gritar. Sus manos eran suaves y conforta