img El secuestro de Laura, un vuelco al corazón.  /  Capítulo 3 Miradas cruzadas | 8.11%
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Historia

Capítulo 3 Miradas cruzadas

Palabras:1873    |    Actualizado en: 20/01/2025

ra mi cabeza, quería gritar, llorar y correr lejos de allí, pero no hice nada de eso, porque cualqu

de café en su aliento. Su brazo me rodeó la garganta y al instante clavé mis uñ

mis zapatos. Sentí que primero caminábamos por todo el supe

able de aquel otoño, entonces oí voces que me recordaban mucho a una multitud. Y finalmente, se escuchó la voz de un megáfono.

a me empujó a algún sitio, algo metálico me rozó la espalda y sentí que empezaba a arder. Al golpearme la cabeza, comenzaron a brotar de mis ojos dos lá

hé que había un coche y tanteé el terreno para avanzar. No quería ver aquella mirada dominante y calcu

r de refugio era mi casa, donde se encontraba aquel canalla, que por desdicha tenía por padre, me detuve y esperé

por cada uno de mis huesos, pero a pesar de estar sentada sobre algo cálido, la sensación de baja temperatura era tal que, d

ía decir hasta dónde se podría llamar un escape. Entonces sentí que me rodearon con un brazo y me

a más fuerte que yo, así que me quedé quieta. El coche aceleró y me apr

me cabe la menor duda. El conductor debía saber conducir muy bien y no parec

en la carretera. Intenté respirar con calma y fijar mis pensamientos en algo que no fuera el tipo que esta

r esa sensación de temblor en mi cuerpo, la suave brisa que entraba me provoca un sentimiento de libertad. Pensé que la policía lo había conseguido y

esa calidez en su rostro jamás la había visto en ningún otro ser humano, mi ritmo cardíaco se aceleraba sin darme cuenta, mientras é

melena pelirroja natural, había abierto el maletero del coche y estaba rebuscando unas cuantas cosas que no pude disting

aron la boca con cinta adhesiva y me pusieron una larga peluca negra. Empecé a retorcerme y a agitarme cuando el chico, de repente, me colgó de su hombro como si fuera un saco de plumas y rodeó el coch

bió también. El rubio le lanzó una peluca y se la puso rápidamente.

a la vez en mi interior me encontraba

do más énfasis en lo de cariño. Inmediatamente me giré y miré s

mí y me atrajo hacia él como si fuéramos una pareja. Intenté resistirme de nuevo, pero luego me

o y me bloqueó la v

ta y fingió besarme. Así que claramente estábamos jugando a ser una pareja. M

s. Mis manos se deslizaron hacia su pelo y tiré de él esperando que me soltara. En cambio,

ba a la vista y nos detuvimos en una pequeña tienda de la autopista desierta.

on todas mis fuerzas le di una pata

sea, Jim

reglas del juego, arañaba, golpeaba y pateaba cada centímetro que podía alcanzar. Mi ira ali

an daño, lo que me sorprendió, pero no detuvo mi rabia. Sentí que el agarre de esa persona se aflojaba y supe que podía huir en cualquier momento. Con todas m

topista, corrí hacia un campo, con la esperanza de que me diera refugio. Por los paisaj

y me desplomé. La tierra quedó atrapada en mi pelo y en mi ropa. Quería empez

voz enfadada. -Mierda,

staño no había venido a por mí y que habría

s se contrajeron ante esa petició

crees que merezca la pena que si

ra se queda en silencio por uno

roblemas. Mejor sigamos con nuestros planes. -Le hace u

uitarme la cinta de la boca de alguna manera. Me hicieron girar y vi que el rubio ya no llevaba peluca. Sus

inexpresivos, provocando un escalofrío en mi columna vertebral. Sentí miedo y aterrada quise defenderme, per

ocaría lástima y sería algo que nunca me perdonaría. Percibí que me quitaba con cuidado la cinta adhesiva de la boca, pero no me dio tiempo a recuperar el aliento y gritar. Sus manos eran suaves y conforta

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