cuello, solté el cinturón y me acurruqué frente a la ventana. Cerré los
que no abandonaría mi mente, incluso si quisiera. Aterricé en un acciden
ra corrido el riesgo de reducir aún más mis reservas para quedarme en Rí
al apartamento y dormir. Ni siquier
y descargué mis maletas del pequeño auto app que solicité. El hijo de la buena madre ni siquiera se molest
llevé las manos a la boca, formando un embudo para realzar el sonido. - ¡Doña Magê! - Baja corriendo las es
ba. Fue tan lindo poder abrazar y dar dos besos a modo de saludo sin
iempre? - Sí, Dorival. -Pero ¿dónd
del pasillo. - ¿El de la señora que fue al manicomio? - No sé. Mi negociación fue con un hombre. - Debe ser su hijo. Envió a su esposa a un asilo de ancianos y creo que está alq
estoy viendo. Ayúdenme a llevar las bolsas adentro. Cuando fnalmente e
cen los ojos al darme cuenta de
to, ella insistió en que debíamos ir en un solo auto, debido a las condiciones del camino se determinó que la vieja camioneta de Tiago era la mejor opción. Dudo que mi todoterren
dos prepararon un contrato prenupcial para que lo frmaran. Nuestros bienes fueron heredados conjunta
de ellos después de casarnos. No fue una conversación fácil, Anabel era
n. Asumí, como hermano mayor, la responsabilidad de velar por su pa
te enamorado y dispuesto a asumir responsabilidades. No podría haber elegido mejor, especialmente después de su fallida relación con Mauricio. La pregunta era qué vino despu
o tenían experiencia. Demasiado joven para entender que no todo era eterno. Entonces yo era la voz de la r
amé al mejor equipo de ceremonias de bodas de Río de Janeiro y les ordené que siguieran absolutamente to
Terminé de correr en la cinta, me limpié la cara y miré la pantalla de mi celular, que pitaba con varios mensajes incesantes de Anabel. Me había despedido de ella y de Tito antes d
antalla. Luego gira la cámara y muestra a María Eugênia visiblemente cansada, con una sonrisa desanimada en el rostro y formando una "v" con la mano libre. A pesar de su cabello
artamento. Esa vieja picazón que se apoderaba de mi sistema despertó, nuevamente gracias a ella, los
spierta, continuó la rubia impasibl
necesario al lavarme, aunque fuera doloroso, no golpear a uno, record
rviría como la salida perfecta para calmar mi ánimo. Llevaba un traje gris delgado, una camiseta blanca de
pa antes de irme. Odiaba las demoras, siempre estaba dentro de mis plazos y exigía lo mismo a quienes esta
construyendo en secreto como regalo para Anabel y Tito. Tuve que busc
dos días antes del gran día. Tomé una generosa dosis de m