nar, Col la había arrojado fuera del
penas consiguió evitar golpearse contra el suelo. Aun así, su caída no fue precisamente elega
n furiosa de Col dentro del auto. ¿Qué demonios había pasado? Un minuto antes, la pareja se besaba como adolescentes en la última fila de un cine,
darla a levantarse, ella se puso de pie de
aba que estaba a punto de explotar. La mirada que le lanzó a Col podría haber roto un v
se. Su mirada era puro hielo, su rostr
llar. Todos los hombres presentes contuvieron la resp
el silencio: "¡Ve a pensarlo bien, maldita sea! Tienes tres días. Si no recib
ran arrastrado directamente al pasado. Ese tono, agudo y crudo, directamente de los días imprudentes
s solían bromear con que parecía uno de esos dioses de piedra de un museo: perfecto, pulido, intocable. ¿Pero Elliana
iana. La arrogancia de Col, su descaro, hicieron que su sangre hirviera. "¡No nece
u mirada se fijó en la de e
unca te he querido. Y si el mundo estuviera vacío y tú
posaron en una motocicleta en el patio. Sin detenerse, agarró el casc
ta mientras la escena se desarrollaba ante ellos. No había forma de suavizarlo: la
anera. Las mujeres solían suplicar su atenció
to los pondría en el punto de mira. Con ese pensamiento, lanzaron miradas nerviosas en dir
l coche con fuego en los ojos, siguiendo la r
do, cortando el aire como una última palabra que Col no podía re
ciar un incendio. Cada músculo de su cuerpo le gritaba que fuera tras e
por haber presenciado la humillación de Col. Una parte de ell
zó una pesada maceta por los aires. Su voz
izo pedazos. Se lo llevó todo: su cartera, sus besos y su cariño. Para colmo, se
enta de que sus hombres lo observaban. Su
espaldas de los hombres, como si les h
berada cautela. "Por lo que a noso
intervino el conductor,
para quedarse parados, ¿qué tal si la que
solo Myles, A y Hugh permanecieron clavados en el suelo. Correr hasta que las pi
como estatuas mientras la mirada de Col los taladraba
to máximo, el celular de Col vibró, co

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