lones de pesos. Con solo dos semanas para conseguir el dinero, tuve que tragarme mi orgullo e ir a la ún
llamada Jimena, le echó un vistazo a mi vestido barato y de
hermana moribunda era patética. Frente a sus colegas, hizo trizas los exp
fé caliente en el pecho y me rasgó
pensar era en el tiempo que se agotaba para la cirugía de Alía. Cada pedazo de papel
debería habernos destrozado forjó en su lugar algo nuevo y terrible. Lo miré y le dije que la cárcel no era suficiente. Le d
ítu
a a antiséptico. Era un olor que ha
ración era un susurro suave y superficial en la silenciosa habitación. Me mir
oz apenas un sonido-.
r, pero sentía
iste. Solo e
nuestros padres murieron. Yo era la hermana mayor, la protectora, la qu
l pasillo una hora después
orando más rápido de lo que
ón se me
eso? -pregunté,
suficientes. Hay una nueva cirugía experimental. Es
peranza se encen
La tomaremos. Cue
apapeles, evitando mis ojo
cuidados postoperatorios, se es
Yo ganaba menos de quince mil al mes trabajando turnos dobl
de dinero -dije, las pa
e tomar una decisión pronto. La ventana de oportunidad para que la cirug
de su pecho, cada respiración una victoria. Dos semanas. Tenía dos semanas par
in pagar. La desesperación era una manta pesada que me asfixiaba. Había vendido todo lo
a cosa. Un
abía pronunciado e
mi
her
era de su madre, para borrarnos. Antes de que tomara su parte de la pequeña herencia y desapareciera
adas. Nos había cortado de su vida tan li
jarnos recogiendo los pedazos, por
no podía permitirme. Él era mi única
corporativa. MoraTech. Era una reluciente torre de cristal y ace
cirugía. Los metí en un gran sobre manila, con las manos temblorosas. Me puse mi mejor
rrugas de preocupación alrededor de los ojos. Vi a
cosa. Me arrastraría. Suplicaría. Me enfr
s eran imposiblemente altos, los suelos de mármol pulido. Hombres y mujeres
como un
ado aferrado en la mano. La recepcionista levantó la vist
do ay
ora -dije, mi voz más d
esculpida se alzó una
ne un
... soy s
destello de diversión, luego
por allá. Alguien la
o de sillas de aspecto incómodo. Ya me hab
y salía, ignorándome. La esperanza a la que
lemente vestida con un severo traje gris, su cabello pelirrojo
rmana del señor Mora? -preguntó,
, poniéndome de pie-.
e en mi vestido raído y mis zapatos baratos. U
va del señor Mora. Es un hombre muy ocu
. Alía, nuestra hermana, se está muriendo. Necesito su ayu
amente, sus ojos llenos de una pose
undamente-. Ahora, le sugiero que se vaya
ó de mí-. Solo entréguele el sobre. Es t
sión se
a el señor Mora. Incluyend
, su voz bajó a un si
n una historia lacrimógena, tratando de llamar su atenc
reaccionar, me arreba