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Historia

Capítulo 5

Palabras:1116    |    Actualizado en: 19/08/2025

udo y punzante en el cos

sobre mí, con una sonr

gía fue un éxito. Sus lesiones no era

tir

almohada blanca, y apreté la del

gunté, mi voz u

a gota de sudor le resbaló por la sien. Recordó

Garza? Simplemente col

y amarga escap

pital en cuanto salga de aquí. Y cuando muestre una costilla faltante, mi abogado no solo lo

para salir de la cama, un farol pa

r entró

ita Garza, no se levante!

sus manos revolote

i elección. El señor De la Torre, me obligó. Amenazó con llevar a la qu

sentía qu

rían, todo por una mujer que ni siquiera era parte de

e mi vida pasada se había ido. Había s

en su lugar estaba h

, mi voz desprovista de piedad-. Enfrentará las cons

o, la puerta de mi

entraron, sus rostros con

los esta

na fina cadena de plata, colgaba un p

osti

la. La prueba de su crueld

alvaje y desquiciado que hizo

aso adelante-. No le hagas pasar un mal

endió la mano para tomar la mía.

tiago se frunc

aciendo un berrin

afilada y peligr

Santiago? ¿Todavía juegas e

cia de parec

estás h

tal mientras señalaba con un dedo tembloroso el col

riosa al doctor acobardado. La máscara había desapareci

l, despectivo-. Es solo un hueso. No es

na niña tonta quejándos

añadió, como si un bolso nuevo pudie

ho se

é no le quitaste una de sus costillas, S

iras? ¿Una sentencia de muerte? ¿U

Santiago se

Sofía. Ximena nunca s

Era el cuchillo que siempre usaba,

ezquina. Fui mezquina al dejar que se mudara a nuestra casa. ¡Fui mez

z se

as, Santiago? ¿Verme a

ndescifrable en sus ojos. Parecía genu

comenzó a extenderse hac

mena lo

r de los de él, su rostro un

o aceptado -susurró-. Si hace ta

él, su atención volvien

z plana-. Pero ella dej

adelante. Ignorando el dolor abrasador en mi costado, aga

como si la hub

n al instante, sus cuerpos f

ián, su rostro contorsion

na tormenta. Avanzó hacia m

tación-. ¡Estás celosa de que nos preocupemos por ella! ¡Siempre

, su agarre como un

Sofía. Deja de

ferraba el col

staba celosa.

. La chica que creía sus mentiras, que

mal. Cada protesta era un berrinche

su rostro a centímetros del mío. S

a de las dos -siseó, su voz un susurro

fueron un g

o, sus dedos rozando los míos.

uego de nuevo a mí, con una

e ti debería ser un honor, So

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