img Mi Marido, Su Amante y Yo La Verdad Oculta  /  Capítulo 3 No.3 | 15.00%
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Historia

Capítulo 3 No.3

Palabras:1308    |    Actualizado en: 18/08/2025

r los bordes. Un sudor frío le perló la frente mientras el murmullo incesa

quedó mirando su reflejo en el espejo de marco elaborado. Su rostro estaba pálido; sus ojos, atormentados. Esa n

n por la garganta. El dolor en el pecho era un peso físico, una presión apla

del salón contiguo, una estancia que apenas se usaba durante

etuvo. Reconoci

na claridad dolorosa. Bennett acorralaba a Aria contra una estantería,

pacio. "Bennett", suspiró ella con las manos enred

as por la seda roja del vestido. "Quiero presumirte". Se apartó apenas, con la mirada encendida por un deseo que Kelsey no había vis

u peor temor: no solo la estaba reemplazando, la estaba devaluando. Su

o mientras sus labios recorrían el contorno de su mandíbul

echando la cabeza hacia at

hacia el tocador, con el corazón martilleándole las costillas. Los vio salir, con el brazo de él rodean

n desmedida podría provocar un embarazo que la mataría. Era mentira. No le temía a la pasión; sencillamente, no la sentía por ella. La reservaba p

a era lo único que Kelsey no podía ser: joven, libre de cargas y, en la mente de él, fértil. Una pág

s entrañas. De algún modo, consiguió recomponerse y volver a la deslu

ejillas. Una pequeña marca oscura, un chupetón, asomaba justo por

elsey, se le acercó. Parecía nervi

el champán... es demasiado fuerte para mí. ¿Po

lida de un encuentro furtivo con su marido, pi

a Kelsey en un nudo helado. Su man

sobrevino

torre de copas de champán que presidía la fiesta. La estructura se tambaleó. Por un instante aterrador pareció fl

via de cristales afilados cayó sobre ella, cortándole los brazos y los hombros. Un trozo más grande le golpeó la frente y un

ría, con el rostro desfigurado por el pánico. Por un i

asó de

pero ilesa. La rodeó con sus brazos, protegiéndola con

año? ¡El bebé!, exclamó él, recorri

mirada, fría y contrariada, como si no fuera más que un estorbo, un desastre que alguien más tendría que li

ados en la piel. Contempló los restos de la torre de copas, una metáfora perfecta de su vida hecha añico

ió de la fiesta dejando un rastro de huellas escarlata sobre el mármol inm

ias más cercana, la misma a la que h

triaje. Sus ojos, al ver la herida en la frente d

n un susurro hueco. "Pu

smo hospital y la había instalado en una habitación privada al fondo del pasillo. Se desvivía por

ecara una lágrima invisible. "No te preocupes por nada", murmuró,

a ella. Las enfermeras cuchicheaban entre ellas, comentando lo

suya. Ahora lo veía tal como era: un hombre que no solo quería un reemplazo,

ital, Kelsey supo que debía hacerlo ofic

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