gió las cenizas en una sencilla urna de madera. Contrató a un abogado, el mejor de la Costa d
ltima vez. La encontró tal y como la había dejado: un caos de botellas vacías y copas rot
do el lugar de Sofía. Otras dos mujeres, modelos que Sofía había visto en
re la mesa. "He venido a
cosas? Querida, aquí no tienes nada". Con un g
e abrió, esparciendo las cenizas de
es estallaron
ella de vino tinto y la derramó sobre las cenizas, creando un
lo de contención, el último vestigio de la m
elabro de plata de la mesa y, sin pensarlo, se abalanzó sob
e manando de su sien. Las otras do
a Isabella en el suelo y a Sofía de pie junto a
miró las cenizas profanadas en el
iño! ¿Qué te ha
se giró hacia Sofía con una mir
abella había perdido mucha sangre y necesitaba una transfusión
e ordenó Mateo. "Es lo
la sujetaron mientras una enfermera le clavaba la aguja en el brazo. La obli
litada y vacía, Isabella, ya recuperada,
susurró. "He oído que est
mo Isabella se dirigía a la unidad de cuidados intensivos, donde s
to a la cama del padre de Sofía, jugando con los tubos del resp
ubito", dijo Isabella
e Sofía ha
que había llegado arrastrándose. No había re
"Para él era un sufrimiento
l amor de Sofía. Había perdido a su madre. Había perdido a