er, su voz rompiéndose por la furi
icial y me miró con puro odio. "Mateo, est
io," respondí con calma, sirviéndome más
ra. "Hijo, por favor. No es el momento. Javier
a ceja. "No sabía que el testamento de mi
mano. "Escucha, niñato. Hemos sido p
clara y directa. Ya no había sutilezas
a que no de
a mesa. El sonido del cristal co
nto rápido y violento
tra el suelo de piedra. El vino tinto man
rocedió horrorizada. Mi padre me m
botella de vino vacía y se la estrellé en la cabeza. No con
o, aturdido
mí, pero me interpuse, con el cue
iet
a un susu
on los ojos fijos en
dije, mirando a cada uno de ellos. "Y e
que me observaba desde su ri
a to
el caos, el miedo y el sonido de los soll
le" acababa de ser reafirmada. Y
-