tante que me adormecía. Había pasado un año entero cuidando de mi nieto, el hijo
o antes de subir al tren, Sofí
acias po
o de mi bolso. Lo saqué. Eran bille
demasiado, no
tus cosas. Cómpr
un momento, mi corazón se ablandó. Quizás
llenó los pulmones. Mateo me esperaba en el andén, su sonrisa tranquila er
a a casa,
i fuera suya. Dejé el bolso en la entrada, el peso de los dos m
paz du
ando mi móvil sonó. Era un número
Di
vier, el marido de Sofí
yo. ¿Pa
e pasa algo! ¿Por qué coño ha
edé h
me lo ha dado,
ntieras bien! ¿No te das cuenta de que necesitamos
spectivo. Me acusaba d
ha metido en el bolso.
e hace. Tú deberías tener más cabeza. Transfi
emido ahogado. No me defendió.
dormir, de abandonar mi propia vida para que ellos pudieran construir la suya. Y todo para esto. Para que u
independencia. Había criado a Sofía como a una hija desde que su madre, mi hermana, murió en aquel accidente
devolviera un regalo que
e me sorprendió a mí misma. "El dinero os lo dev
me latía con fuerza. La rabia e