a derramé mi sangre, cada cicatriz un tributo a mi devo
a angelical y torpeza impostada. Lo presentó como
e las balas, fui públicamente humillado y castigado. Luego, lo impensable: mataron a Som
n cruel? ¿Creer las mentiras de ese farsante y desecharme sin pied
e la sangre. Sin saber que, al hacerlo, me acercaba a una verdad más amarga,