aba a su esposa,
lo
desprecios que a otro homb
asionado de restaurar la histori
dega de su familia en Jerez. Era guapa, sociable, p
d tenía un nombr
amor. Un
stosos y humo, un vividor de apariencias
ier regresó
có a
erca del estudio de Mateo. El sol
a que encantaba a Isabela y que
Javier, con una familiari
nada. Sabía que nada bu
er, removiendo su café con parsimon
retó la
, paladeando las palabras. "Pero todos sabemos a quién quiso
grano,
nes. Nueve momentos significativos. Si en esas nueve ocasiones, Isabela m
recorrerle la espal
esperanza, terca y doloros
ntada a la elección, le demostraría a él, y a sí misma, que
reguntó Mateo, su voz más
va a pasar, créeme. Pero si ocurrier
rtándose contra el cielo azul. Sevilla era t
momentos buenos, que cada vez eran m
ep
a lo eligiera. Por demostrar que el a
precio no tar
a, uno de esos sitios con duende, con alma. Había comprado un pequeño colgante
rante con un vestido r
," dijo ella
a salir, sonó el
la pantall
tensó un poco.
presión cambiar. Pr
el río? ¿
ateo, con los o
o accidente con la moto de agua en el Guadalquivir. Dice
"¿Un pequeño accidente? ¿No puede l
r, Mateo. Es solo un momento. Ve tú empez
ía. Sabía que la noch
sintió
ido en la mejilla. "Gracia
ó corr
salón, con el traje puesto
ena. El anivers
Mateo al día siguiente, mientr
a rego
ier, con una sonrisa triunfa
añicos, pero con una nueva y fría de
esta vez,"
El primer hilo de su amor por Isabela, tan f
vacía. El cantaor dedicándole una s
s. Citas canceladas. Fines de semana ar
ía estado ahí, una
ambién. Javier era el chico popular, el caris
didamente de Javier. Un amor d
lla. La tuvo y la
calma, en su constancia. Quizás buscaba un puert
do. Que el amor tranquilo y verdadero
enuo ha
traba una excusa para llamar, para aparecer, par
segura, si
r, que seguía sonr
o?", preg
Javier. "Esto es
os ocho despreci
la era grande. Pe
lmente valía la pena luchar por algui
pezó a tomar forma en su mente. No como un
ateo, con una calma que sorprendió
ran los documentos del di
No te pondrá pega
or un momento. Luego, su sonris
a. Te rind
mente, he dejado de quererme tan p
mento, Isabela
uego a Mateo. P
uí?", preguntó, con
a su espalda. "Nada, mi vida. Solo pas
era que solo se veía la línea de la firma. "Firma aquí. E
nfiada, sin
pensando en mí." Le di
Mateo. "¿Todo
el corazón helado