osa cama, reviviendo el doloroso arrepentimiento por haber despreci
do tarde, y ahora, inexplicablemente,
o Alejandro, también renacido, la rechazó con una frialdad at
más queridos y, en un acantilado, fingió elegir
erlo a él y a Viñedos Montoya, entregándole papeles
su devoción, Alejandro, devastado por el
lo de sufrimiento
r trágico, perdidos el uno p
tunidad: ambos renacieron, regresando a
ntrañar la verdad, luchar contra su destino y fi