/0/14619/coverbig.jpg?v=71d2d611839eb3b6974587dfed67d2b7)
Oriente by Vicente Blasco Ibá?ez
Oriente by Vicente Blasco Ibá?ez
La peregrinación cosmopolita
Recuerdo que en cierta ocasión tuve en mis manos un ejemplar de la Gaceta Imperial de Pekín, y al revolver sus finas hojas de papel de arroz, entre las apretadas columnas de misteriosos caracteres, sólo encontré dos anuncios comprensibles por sus grabados: el que llaman vulgarmente tío del bacalao, ó sea el marinero que lleva á sus espaldas un enorme pez, pregonando las excelencias de la Emulsión Scott, y una botella de largo cuello con la etiqueta ?Vichy-état?.
Pocas empresas en el mundo habrán hecho la propaganda que la Compa?ía Arrendataria de las aguas de Vichy.
Circulan por las calles de la peque?a y elegante ciudad francesa los pesados carromatos cargados de cajones, camino de la estación del ferrocarril. Marchan las botellas alineadas en apretadas filas al salir de Vichy, para luego esparcirse como una esperanza de salud. ?Adonde van?... La fama de su nombre les asegura el dominio del mundo entero. Una botella irá á morir, derramando el líquido gaseoso de sus entra?as, en una aldea obscura de las monta?as espa?olas, y la que cabecea junto á ella no se detendrá hasta llegar á alguna población sueca, cubierta de nieve, vecina al Polo; y la otra irá á Australia; y la de más allá arrojará su burbujeante contenido, bajo el sol del áfrica, en un campamento de europeos, de estómago quebrantado por las escaseces de la colonización.
Y así como el agua de Vichy se esparce por el mundo, para llevar á remotos países sus virtudes curativas, los médicos de toda la tierra por un lado, y la moda por otro, empujan hacia aquí á las gentes más diversas de aspecto y de lengua.
París, con ser la más cosmopolita de las ciudades, por la atracción que ejercen sus placeres y sus elegancias, no ofrece el aspecto mundial que el peque?o Vichy, con sus miles de extranjeros. En las primeras horas de la ma?ana, la muchedumbre que llena el Parque y se agolpa en torno de las fuentes, hace recordar los muelles de Gibraltar ó ciertos puertos de Asia, que son como encrucijadas marítimas, en los que se tropiezan y confunden todos los pueblos y todas las lenguas.
La gente europea, igual y monótona al primer golpe de vista, muestra su infinita variedad de trajes, gestos y actitudes bajo los paseos cubiertos del Parque. Desfilan los ingleses con la cara impasible bajo su peque?a gorra, moviendo al andar sus anchos calzones cortos sobre las pantorrillas enfundadas en medias escocesas; pasan los alemanes con sombrerillos tiroleses rematados por enhiesta pluma; los espa?oles y americanos, de corbatas vistosas y conversación á gritos; los italianos, que copian con exagerado servilismo las modas británicas; los franceses, todos con una roseta ó una cinta en la solapa. Las mujeres se exhiben envueltas en velos como odaliscas, con el rostro sombreado por el panamá ó el sombrero enorme, de alas caídas y cargado de flores, copiado de los retratos de los pintores ingleses. Las blusas de encajes transparentan en su trama sutil rosadas desnudeces; las faldas, cortas y blancas, dejan en su revoloteo una estela de perfumes. Confundidos en esta avalancha de tonos uniformes, pasan los egipcios y turcos, de levita clara y elevado fez; los chinos, de túnica azul y bonete negro con rojo botón sobre el trenzado pelo de rata; los malayos, de blancos calzones, con femeniles trenzas arrolladas en torno de su rostro amarillo y simiesco; los persas, vestidos á la europea, pero coronando su bigotuda cara con un gorro de astrakán; dos ó tres rajahs indios, de albas vestiduras, graves, hermosos y perfumados, como sacerdotes de una religión poética que tuviese por deidades á las flores; judíos sórdidos, cubiertos de sedas tan brillantes como sucias, y moros ricos de Argel y Túnez, jeiques de tribu, que ostentan sobre el nítido albornoz la mancha roja de la Legión de Honor y unen á su arrogancia tradicional la satisfacción de hallarse en su propia casa, como súbditos de la República francesa. Y juntos con estas gentes extra?as se muestran los franceses exóticos, los militares venidos de lejanas Francias, los oficiales del ejército colonial, que llegan á reponerse de las fiebres de los pantanos tonkineses, del sol que devora á los hombres en las casas de tierra de Tombouctu, en los puestos avanzados del Sahara ó en las factorías del Senegal y del Congo; spahis y cazadores de áfrica, de teatrales uniformes; marinos y coloniales con traje blanco y casco ligero de lienzo y corcho.
El agua turbia y burbujeante que salta en las fuentes, bajo una gran cúpula de cristal, es la que realiza el milagro de reunir gentes tan diversas y de origen tan lejano en esta peque?a ciudad del centro de Francia, que hace menos de tres siglos dió á conocer la pluma de Mad. Sévigné.
Nada hay nuevo en el mundo. Lo mismo que la gente viene ahora á las estaciones termales de las que es reina Vichy, iba hace tres mil a?os, con un fin religioso y de curación al mismo tiempo, á peque?as ciudades de Grecia, famosas por sus aguas y sus profetisas, buscando á la vez la salud del cuerpo y la certeza del porvenir.
No hay aquí ninguna Pitonisa que, montada en un trípode sobre la fuente de la Grand Grille ó de los Celestinos, profetice nuestra vida futura; pero diarios y prospectos anuncian la presencia en Vichy de acreditadas profesoras de cartomancia y magia, venidas de París para rasgar los sombríos misterios de lo futuro, á razón de veinte francos por consulta.
No se encuentra una Friné que se muestre desnuda en medio del Parque, como la irresistible cortesana griega, despojándose de sus velos ante los peregrinos enfermos de Delfos para alegrar su miseria con la regia limosna de la exhibición de sus gracias; pero las Frinés vestidas son legión; se cuentan á centenares: unas hablan francés, otras espa?ol, otras ruso; son ortodoxas, heterodoxas, hebreas ó simplemente impías; las hay rubias, morenas, amarillas y hasta negras, y repitiendo á puerta cerrada la suerte de la bella ateniense, ahorran para la campa?a de invierno en París ó Marsella, Argel ó Madrid.
Los graves sacerdotes, majestuosos y sibilinos, de este moderno santuario de la salud universal, son los médicos. Ochenta y cuatro he contado en la lista que figura por todos lados, en las esquinas, en los programas de los conciertos, en las cartas de cafés y restaurants, y hasta en las paredes de los mingitorios, para recordar á todas horas al olvidadizo viajero que estos imponentes personajes son los verdaderos soberanos de Vichy, y no debe nadie beber una gota de agua sin previa consulta.
Siendo á modo de grandes sacerdotes, inútil es decir que ocupan las mejores casas de la ciudad, lujosos hoteles, sonrientes villas rodeadas de flores, cuyos salones de espera están siempre llenos de clientes.
Con las aguas de Vichy no se puede jugar. Los graves hombres de la ciencia hablan de ellas como si fuesen terribles venenos. Cada vez que hay que aumentar la dosis en un sorbo, conviene consultarles previamente, con un luis de oro en la mano. Causa admiración la sabiduría, el tino con que estos respetables arúspices de la ciencia combinan la toma de las aguas de las diversas fuentes, armonizando unas con otras.
-Un vaso de la Grand Grille á tal hora; luego uno de Celestinos á tal otra. Más adelante variaremos y serán Chomet y H?pital. Sobre todo, nada de prisas. La curación debe seguir su marcha.
?Nada de prisas!... Lo mismo que los graves doctores piensan los hoteleros de Vichy, los due?os de cafés, los empresarios de teatros, hasta las Frinés del Parque, y esta unanimidad de pareceres convence al viajero, que no sabe cómo agradecer el interés que todos muestran por retenerle á su lado.
En torno de las fuentes, los bebedores de agua, apurando lentamente sus vasos, se preguntan á veces por sus dolencias. Uno tiene enfermo el hígado, otro la garganta, el de más allá sufre diabetes; una se?ora calla y enrojece, pensando en la tristeza de los árboles, que mueven sus copas sin llegar nunca á dar fruto... ?Y todos beben lo mismo!
La humanidad, que desprecia la salud mientras la posee, guarda su fe más ciega para los que la consuelan y entretienen en la gran cobardía de la dolencia.
This is an EXACT reproduction of a book published before 1923. This IS NOT an OCR'd book with strange characters, introduced typographical errors, and jumbled words. This book may have occasional imperfections such as missing or blurred pages, poor pictures, errant marks, etc. that were either part of the original artifact, or were introduced by the scanning process. We believe this work is culturally important, and despite the imperfections, have elected to bring it back into print as part of our continuing commitment to the preservation of printed works worldwide. We appreciate your understanding of the imperfections in the preservation process, and hope you enjoy this valuable book.
This is a pre-1923 historical reproduction that was curated for quality. Quality assurance was conducted on each of these books in an attempt to remove books with imperfections introduced by the digitization process. Though we have made best efforts - the books may have occasional errors that do not impede the reading experience. We believe this work is culturally important and have elected to bring the book back into print as part of our continuing commitment to the preservation of printed works worldwide.
Life was a bed of roses for Debra, the daughter of Alpha. That was until she had a one-night stand with Caleb. She was sure he was her mate as determined by Moon Goddess. But this hateful man refused to accept her. Weeks passed before Debra discovered that she was pregnant. Her pregnancy brought shame to her and everyone she loved. Not only was she driven out, but her father was also hunted down by usurpers. Fortunately, she survived with the help of the mysterious Thorn Edge Pack. Five years passed and Debra didn't hear anything from Caleb. One day, their paths crossed again. They were both on the same mission—carrying out secret investigations in the dangerous Roz Town for the safety and posterity of their respective packs. Caleb was still cold toward her. But as time went on, he fell head over heels in love with her. He tried to make up for abandoning her, but Debra wasn't having any of it. She was hell-bent on hiding her daughter from him and also making a clean break. What did the future hold for the two as they journeyed in Roz Town? What kind of secrets would they find? Would Caleb win Debra's heart and get to know his lovely daughter? Find out!
Rumors said that Lucas married an unattractive woman with no background. In the three years they were together, he remained cold and distant to Belinda, who endured in silence. Her love for him forced her to sacrifice her self-worth and her dreams. When Lucas' true love reappeared, Belinda realized that their marriage was a sham from the start, a ploy to save another woman's life. She signed the divorce papers and left. Three years later, Belinda returned as a surgical prodigy and a maestro of the piano. Lost in regret, Lucas chased her in the rain and held her tightly. "You are mine, Belinda."
Three years of marriage couldn't melt Theo's frozen heart. When an art gallery collapsed on Lena, he was off romancing another woman-lavishing her with a private jet. Three steel pins held Lena's shoulder together, but her heart remained broken. She filed for divorce and told everyone that he was impotent. Rising from the rubble, Lena blazed onto the design world's A‑list. She expected him to sail off with his true love-until Theo reappeared at her runway, pressing her against the wall. "Impotent, huh? Care to give it a try?"
Maia grew up a pampered heiress-until the real daughter returned and framed her, sending Maia to prison with help from her fiancé and family. Four years later, free and married to Chris, a notorious outcast, everyone assumed Maia was finished. They soon discovered she was secretly a famed jeweler, elite hacker, celebrity chef, and top game designer. As her former family begged for help, Chris smiled calmly. "Honey, let's go home." Only then did Maia realize her "useless" husband was a legendary tycoon who'd adored her from the start.
The day Raina gave birth should have been the happiest of her life. Instead, it became her worst nightmare. Moments after delivering their twins, Alexander shattered her heart-divorcing her and forcing her to sign away custody of their son, Liam. With nothing but betrayal and heartbreak to her name, Raina disappeared, raising their daughter, Ava, on her own.Years later, fate comes knocking when Liam falls gravely ill. Desperate to save his son, Alexander is forced to seek out the one person he once cast aside. Alexander finds himself face to face with the woman he underestimated, pleading for a second chance-not just for himself, but for their son. But Raina is no longer the same broken woman who once loved him.No longer the woman he left behind. She has carved out a new life-one built on strength, wealth, and a long-buried legacy she expected to uncover.Raina has spent years learning to live without him.The question is... Will she risk reopening old wounds to save the son she never got to love? or has Alexander lost her forever?
Rena got into an entanglement with a big shot when she was drunk one night. She needed Waylen's help while he was drawn to her youthful beauty. As such, what was supposed to be a one-night stand progressed into something serious. All was well until Rena discovered that Waylen's heart belonged to another woman. When his first love returned, he stopped coming home, leaving Rena all alone for many nights. She put up with it until she received a check and farewell note one day. Contrary to how Waylen expected her to react, Rena had a smile on her face as she bid him farewell. "It was fun while it lasted, Waylen. May our paths never cross. Have a nice life." But as fate would have it, their paths crossed again. This time, Rena had another man by her side. Waylen's eyes burned with jealousy. He spat, "How the hell did you move on? I thought you loved only me!" "Keyword, loved!" Rena flipped her hair back and retorted, "There are plenty of fish in the sea, Waylen. Besides, you were the one who asked for a breakup. Now, if you want to date me, you have to wait in line." The next day, Rena received a credit alert of billions and a diamond ring. Waylen appeared again, got down on one knee, and uttered, "May I cut in line, Rena? I still want you."
© 2018-now CHANGDU (HK) TECHNOLOGY LIMITED
6/F MANULIFE PLACE 348 KWUN TONG ROAD KL
TOP